miércoles, 11 de julio de 2012

Hagámosla fácil


Los escritores pueden crear ficciones, inventar, llenar de artilugios la realidad, de manera tal que quede poco de ella, o nada. También están habilitados a transgredir ciertas normas del lenguaje o el estilo, a través de las llamadas “licencias poéticas”.
Ahora bien, hablemos de amor.
“Nunca sentí lo que siento por vos”, “Me enseñaste lo que es amar”, “Esta es la primera vez que me enamoro en serio”, “Juntos para siempre”, “Te amo como nunca amé a nadie en mi vida”, “Sos el/la más hermoso/a de todos/as” (y un sinfín de etcéteras)
¿Te resultan conocidas estas frases? Me imagino que sí...
Por más tiernas y sentimentales que suenen, sabemos que son realidades un poco tergiversadas, si es que aún podemos llamarlas realidades . Obviamente estoy generalizando, y por supuesto esto no quita la posibilidad de que existan excepciones.
Pero así y todo, con o sin un respaldo concreto, son palabras que suelen hacer sentir  bien a su receptor.
Además, ¿Quién no las dijo alguna vez?... ¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!
Bueno, el punto de todo esto es el siguiente... Pienso que en este caso correspondería aplicar el principio de supremacía de la realidad,  y crear una especie de “licencia romántica” que habilite a los amantes a utilizar este tipo de expresiones.
Es usual que cuando la pareja comprueba la falta de veracidad que las caracteriza, lleguen los reproches. Y esto es lo que queremos evitar.
¿Quién va a decirle a un poeta que mintió en un verso? Sería ilógico.
De la misma manera, nadie podría decir “era mentira que yo era la más linda de todas”, o “no es la primera vez que te enamorás en serio como me dijiste”, o “me dijiste que íbamos a estar juntos por siempre” etc, etc.
En fin, ¡A blanquear las pelotudeces que decimos! 

¡Por un mundo con licencias románticas!

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